¿El destino de cada uno está escrito desde el momento en el que nace? ¿El destino es fijo e inamovible o podemos introducir variantes mediante nuestras acciones que lo vayan moldeando? ¿Podemos saber qué nos deparará el futuro? ¿Y cómo saberlo? El saber qué va a pasar es uno de los mayores interrogantes que tiene el ser humano, al igual que saber si hay vida después de la muerte. La respuesta a esta última incógnita es aún más complicada, por lo que vamos a centrarnos en la primera.
Hay quien cree que el destino de una persona son las experiencias que tendrá en el futuro y que están escritas de antemano por alguna deidad o por las propias estrellas, que en el momento en que nacemos determinan qué va a ser de nosotros. En caso de ser así, ¿por qué molestarse en tomar decisiones y acometer acciones si todo ya nos viene predeterminado, si ni siquiera podemos confiar en el azar? Hay quienes tienen una visión más amplia del destino y consideran que, además de esto, también influye el modo de proceder de cada uno. Por así decir desde el momento en que venimos al mundo tenemos nuestras cartas marcadas. Está en nuestra mano levantarlas primero o más tarde, tirarlas al suelo o posarlas sobre la mesa. Incluso podemos pedir más cartas en un momento dado.
Se puede decir que hay una especie de indicaciones, de base, un pequeño guión esquema de lo que será nuestro futuro. Eso ya está escrito, no es una cuestión de azar, pero nosotros mismos podemos ir introduciendo pequeños matices a través de nuestras acciones que pueden crear grandes diferencias. Sin embargo ni nosotros mismos somos capaces de discernir cuales son esas pequeñas variaciones. Pueden ser cambiar de opinión un día y modificar un plan que te lleve a conocer a personas importantes en tu vida. De cualquier manera estabas predestinado a conocerla, pero de las pequeñas decisiones que haces día a día depende que lo hagas primero o de un modo diferente.
La astrología
El destino de cada uno probablemente esté escrito, pero resulta un tanto ambiguo y no podemos leerlo en ningún libro. Eso mismo ocurre cuando consultamos a los astros. No son capaces de decirnos con exactitud qué va a pasar en el futuro. No está escrito en las estrellas ni en las cartas del tarot el día y lugar en que encontraremos trabajo. Sí pueden orientarnos para saber si será más tarde o más temprano, quien puede verse implicado en ello o si va a ser satisfactorio o no nos hará felices. La carta astral se puede entender como ese guión de lo que será nuestro futuro, pero cuidado, porque puede estar sujeta a variaciones. En ella se indican conflictos, encuentros, problemas,... Será labor de cada uno decidir qué hacer en cada momento y cómo superar todas estas piedras que nos encontremos en el camino.
No confiar en el azar
Es por ello que no podemos confiar en que nuestro futuro ya está escrito y por ello hay que dejarlo todo al azar. Con nuestras acciones, pequeñas o mayores, podemos ir moldeándolo de diferentes maneras. Sí puede estar definido de antemano cómo será nuestra vida, pero también tenemos la posibilidad de moldearla de un modo u otro. Ahí entra la personalidad de cada uno, las cosas que ha ido aprendiendo a lo largo de su vida, las cuestiones que espera de su futuro,... Combinando todos estos factores nos crearemos un destino que puede llegar a ser diferente al que estaba previsto. No se trata de dejar nuestro destino a su propia suerte, sino de tomar las riendas de nuestra vida y no confiar en el azar para que lo haga todo por nosotros.
Pero no sólo nuestras acciones son las que influirán en nuestro destino. Hay que tener en cuenta que también estará afectado por el destino de otras personas que nos rodearán a lo largo de la vida. La familia, los amigos, los jefes, los compañeros,... todos ellos dejan huella en nuestra vida y cuentan con su destino propio. De este modo puede llegar a plantearse la posibilidad de que nuestro destino sea la confluencia de los de todos aquellos que nos rodean, que han de encajar a la perfección cual si de piezas de puzzle se tratase.
Libertad y responsabilidad
El hecho de que exista una especie de guía que nos marque el que será nuestro destino no significa que no tengamos libertad a la hora de tomar decisiones ni responsabilidad sobre las acciones que acometemos. Todo lo contrario, el hecho de decidir nos convierte dueños de nuestro destino. Nos ofrece la posibilidad de ir hacia un lado u otro o de modificar o mantener las cosas como están. Y no hay que olvidar que todo está conectado, así que este tipo de decisiones no sólo influyen en nuestro destino, sino en el de aquellos que nos rodean y la sociedad en general. También puede llegar a determinar el destino de quienes nos sucederán, de quienes vendrán más tarde.